Voy a votar en blanco. Pero no siento que mi voto sea neutral ni tibio ni mucho menos.
Siempre puse mi voto como un aval o apoyo a quien considero que tiene algunos atributos básicos que me motivan para darle mi respaldo, mi voto de confianza.
Estoy convencido que uno siempre vota “al menos malo”, a veces más a veces menos, pero siempre es así; difícilmente uno tenga la dicha de poder votar al candidato ideal, al candidato de sus sueños. Entonces, uno busca con bastante realismo a aquel candidato que tenga esas cualidades básicas, ese set de valores o propuestas fundamentales que a uno le justifiquen elegirlo. Quiero decir, nunca busqué candidatos ideales.
En estas elecciones voté por JxC en base a la dinámica que describo, sin una profunda convicción. En anteriores oportunidades había elegido con una cuota mayor de entusiasmo, esta vez, voté con lo justo.
Ahora en el balotaje tengo dos opciones que representan dos universos de los cuales estoy bastante lejos. Ninguno representa nada de esos “atributos mínimos” como para convertirse en el “menos malo”. Sí, es cierto, son distintos. Representan diferentes cosas. Pero malos y bien lejos de las cosas en las que creo, por las que trabajo todos los días y sobre las que creo que hay que construir.
¿Tengo que optar? No. Puedo votar en blanco. Desacuerdo profundamente con lo que quedó en pie y quiero expresar esa disconformidad, y hacerlo participando responsablemente dentro de las reglas de la democracia, no pienso impugnar ni pegar el faltazo. El voto en blanco también habla.
Algunos me dicen que, si uno no vota por A, favorece a B. Bien, si el candidato A o el candidato B, buscan que los vote, primero deberían preocuparse por los intereses, las aspiraciones y los valores de gente como yo (y no creo ser el único). Pero, por el contrario, cada cosa que hace o dice el candidato A (y el B también), no hacen otra cosa que justificarme no votarlo.
No me parece que uno tenga que taparse la nariz y arrojar un voto de manera obligatoria. Miren, nuestro voto vale. Los candidatos deben procurar ganarse el voto de la gente, deben generar una oferta atractiva y convincente. Ese esfuerzo lo tienen que hacer ellos.
Toda mi vida trabajé procurando una sociedad democrática, abierta y transparente, cuyo desarrollo económico y social tengan su eje en la sostenibilidad ambiental, la política climática y los derechos humanos.
Cada vez que habla el candidato A me está diciendo “no me votes, porque pienso diametralmente opuesto a vos”. Entonces, ¿cómo lo voy a votar? Al candidato B lo conozco desde hace mucho y me he cansado de expresar mis disidencias en torno a su historia. ¿Cómo lo voy a votar?
Entonces, esta elección la decidirán los convencidos de uno u otro candidato. Me tengo que resignar a que mis valores o demandas programáticas fueron descartadas en esta contienda electoral, se quedaron en el camino. No pasa nada, suele suceder. Seré un “opositor” consciente, activo y honesto intelectualmente. Es lo mejor que le puedo ofrecer a la sociedad. Lo he sido la mayor parte de mi vida y creo que he podido contribuir mucho con mi país, aun siendo “opositor” o “desde afuera”.
Insisto, no pasa nada. Habrá que construir una opción superadora. Lo que he hecho siempre.
Cali
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