La Cumbre del Clima en París entra en su semana decisiva

A la entrada de la Cumbre de la COP 21, como se conoce a la Cumbre del Clima en París, los delegados se encontraban con una alfombra roja y con otra verde. Una significaba un aumento de la temperatura de 3 grados del planeta respecto a la existente en el siglo XVIII, en los inicios de la Revolución Industrial. Se trata de una suba indetenible del termómetro. La otra indicaba los 1,5 grados, un alza que se estima más controlable. El mundo puede ir en una u otra dirección, dependiendo del lenguage que adopte el documento que se negocia en esta conferencia, que ayer entró en su última fase de alto nivel. Y uno de los aspectos clave es si los países estarán dispuestos a aumentar su ambición antes de 2020.

Ya no caben dudas que en París habrá un acuerdo. Lo importante es saber si serán dulces palabras o garra para detener la fuerza titánica del calentamiento de la atmósfera y la perturbación consecuente del clima y la vida de la gente. Los científicos dicen que la ventana de tiempo que tenemos para tener éxito o fracasar en esta empresa es pequeña. No en vano, Ban Kee Moon, el secretario general de la ONU, le dijo ayer a los ministros en los ojos: “La tarea de ustedes es traducir este acuerdo histórico llamado a la acción en un acuerdo durable, creible y justo”.

A París, los países llegaron con 180 planes en el bolsillo. Si todos se implementaran correctamente (cosa dudosa), la temperatura subiría 2,7 grados: el camino a lo indetenible. Por eso, son esenciales: corregir esos planes nacionales cada 5 años, que haya mecanismos de verificación y –lo que no es menos– que haya un objetivo común para todos los países. Esto es, detener el termómetro en 1,5 grados y fijar un objetivo de descarbonización para 2050. Sin estos elementos combinados, junto a un paquete de financiamiento para los más vulnerables y la ayuda tecnológica para hacer la transición energética, no tendremos un acuerdo lo suficientemente fuerte como para contar con un futuro seguro para nuestros hijos.

Mucha gente está pendiente de esto, empezando por la comunidad de negocios. Ayer, Allianz, la aseguradora alemana –la más grande de Europa–, anunció que venderá sus activos en carbón. Esto es enorme, y hace seis años, cuando se realizó la conferencia de Copenhague, hubiera resultado inconcebible, tanto como hoy nos resulta pensar en un futuro sin gas y petróleo.

Las tecnologías limpias ya están teniendo impacto en la atmósfera. Ayer, la revista Nature publicó un estudio que revela que en 2015 las emisiones empezaron a declinar levemente, mientras que en 2014 se estabilizaron. Esto quiere decir que es posible crecer con energías distintas a los combustibles negros. Aunque haya países –sobre todo, los petroleros– que argumentan que el futuro se llenará de pobres si no seguimos quemando fósiles. Es muy curioso ver a los sauditas hablar con vehemencia de la pobreza, cuando están desbordados de diamantes.

Curiosamente, Argentina se ha acoplado a los argumentos de Arabia Saudita en este tema, lo que deja perplejo a delegados y a ONGs por igual. Mónica Araya, del think tank Nivela y ex negociadora por Costa Rica, se preguntaba ayer qué era lo que tenía nuestro país por ganar con esto. “Argentina se está quedando atrás en vez de aprovechar el momento político por las renovables. Esta es una oportunidad para ganar y no para polarizar”, indicó. Es sorprendente cuánta gente está pendiente del próximo cambio de gobierno en el país. El delegado Mauricio Macri, Juan Carlos Villalonga, estaba viajando anoche con destino a París, pero no se podrá hacer cargo de la delegación –hoy compuesta por técnicos con escasas instrucciones de Buenos Aires– hasta el 10. Argentina pertenece a un grupo que se llama Like Minded Group, algo así como “Los que piensan parecido”, que se está desintegrando de a poco. El éxito o fracaso de esta conferencia depende, en gran parte, de que este bloque de países no entorpezca este complejo proceso.

Quien lo siente todo en la piel es Dessima Williams, miembro de la delegación de Granada, una pequeña isla del Caribe. Es una mujer con agallas, que se creó una leyenda entre las delegaciones, porque es muy fina y tiene la lengua afilada para cantar verdades. “Vamos a perder nuestra habilidad para sobrevivir si la temperatura aumenta 3 grados”, indicó. “El 65% de nuestro desarrollo, nuestros pueblos, el aeropuerto, está en la costa”, señaló. Ellos ya sienten con fuerza el efecto de la erosión que viene del derretimiento de los polos y los glaciares. El campo quedó destruido después del huracán Ivan.

Filipinas está en la misma situación que Granada. El país rompió con el Like Minded Group porque ya les resultaba “tóxico”. ¿Habrá un acuerdo digno en París a su término, el 11 próximo? Renato Redentor, miembro de la delegación, decía: “No estoy seguro, pero lucharé por ello”.

Fuente: Clarìn

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