El cambio climático transformará radicalmente a la sociedad. Tenemos que alcanzar rápidamente una virtuosa combinación entre una dirigencia política valiente y una sociedad consciente que acompañe los cambios necesarios.
por Juan Carlos Villalonga* (Ámbito Financiero, 19/3/20)
El desafío del cambio climático es múltiple y nos exige esfuerzos de naturaleza muy diversa, tanto a escala global como en cada uno de nuestros países. Afrontar este desafío con honestidad demanda de valentía política, un fortalecimiento de la vida democrática y aumentar los niveles de comprensión de la emergencia climática en la opinión pública. Tenemos que alcanzar rápidamente una virtuosa combinación entre una dirigencia política valiente y una sociedad consciente que acompañe los cambios necesarios. La calidad de esta combinación determinará nuestra capacidad de respuesta y de ella depende las condiciones de vida que tendremos en los próximos años.
El cambio climático transformará radicalmente a la sociedad. Y esto sucederá de todos modos, ya sea que actuemos correctamente o que fracasemos en hacerlo. En el primer caso, los cambios sociales, tecnológicos y económicos que debemos impulsar nos conducirán a un mundo bien diferente al que hoy conocemos, pero podremos atenuar los impactos negativos del cambio climático. Si no lo hacemos, nuestro entorno natural y social se trasformará de forma negativa y caótica. Es claro, que es preferible que administremos los cambios, pero no es una tarea sencilla, y difícilmente pueda realizarse si no contamos con un marco político transparente, democrático y de gran dinámica social y cultural.
Combatir el cambio climático exige una transición rápida y radical hacia una economía que abandone los combustibles fósiles. Esa transición exige “apagar” actividades y “encender” otras, y eso es un proceso complejo. Aunque sea de forma transitoria, habrá “perdedores” y “ganadores”, sectores de la economía que deberán abandonarse y otros que se deberán impulsar. Cuando digo “sectores” me refiero a gente, empleos, economías regionales, poblaciones. Nadie querrá ser la “víctima” de la transición. Nadie querrá tampoco ser el “victimario”, y este es el mayor desafío político de la transición.
El cambio deberá ocurrir muy rápidamente y es crítico, por ejemplo, para tradicionales enclaves petroleros, como existen en nuestro país y a escala global, como ya sucede en regiones carboníferas de Europa y Asia. La transición hará que esas economías dejen de ser viables y esto provocará tensiones por el declive económico y la crisis social que puede generarse. Serán cuestiones críticas la planificación, la negociación de prioridades y las reparaciones sociales y económicas.
Administrar esa transición es un desafío inmenso ya que debemos desarrollarla en no mucho más de 30 años. Sin mecanismos robustos de negociación, compensación y reducción de daños será muy difícil. La tentación para los gobiernos de demorar la transición será muy fuerte. Sin mecanismos democráticos fuertes, sin un multilateralismo creíble, auguro muchas dificultades sociales y políticas.
Es posible planificar la transición hacia una economía baja en emisiones, entre otras cosas, debido a la maduración tecnológica de las energías renovables. Sin embargo, a pesar de esa certeza, resulta aún muy costoso para los gobiernos impulsar seriamente la transición debido a sus inevitables tensiones. Tenemos ejemplos recientes de algunas medidas que ayudan a acelerar la transición y que fueron fuertemente resistidas por la sociedad. No es que esa resistencia social sea reprochable, pero hay que tomarla como dato relevante.
Cuando el presidente francés Emmanuel Macron promovió en 2018 un impuesto al carbono a los combustibles se desató un movimiento de protestas por los llamados “chalecos amarillos”. La agitación social obligó a que la medida fuese suspendida. Algo similar ocurrió en Ecuador en 2019. Vale señalar que eliminar subsidios a los combustibles fósiles es una de las medidas claves para acelerar el ingreso al mercado a las renovables y desacelerar el uso de fósiles. Es una medida clave recomendada por la ONU y por el activismo climático ciudadano.
A nivel local, podemos citar la fuerte reacción que se produjo en 2017 cuando se discutió la creación del impuesto al carbono en nuestro país. Ese impuesto tuvo que reducirse sustancialmente respecto de los valores sugeridos internacionalmente y excluirse del impuesto al gas natural debido a la presión del sector de los hidrocarburos, empresas y provincias petroleras. Esa presión fue efectiva y doblegó el ánimo climático inicial. También podría mencionar la quita de subsidios energéticos durante la anterior gestión y que condujo, inevitablemente, a la suba de los precios de la energía, resultando en un fuerte descontento y en castigo electoral. Otro ejemplo reciente de esto fueron las protestas y tensiones entre el sector camionero contra la revitalización del tren de carga. El transporte ferroviario de cargas resulta en mayor eficiencia energética y reducción de emisiones, sin embargo, esa medida generó tensiones en el mundo laboral.
Cada uno de estos ejemplos es “imperfecto” porque están dados en un contexto complejo que contribuye a que las medidas señaladas sean impopulares: falta de empleo, inflación, tensiones y desigualdades sociales, recesión económica, descontento político, etc. ¿Cabe esperar que esos contextos adversos no existirán en los años venideros? Nada hace sospechar que lograremos neutralizar todos esos conflictos a corto plazo y a escala global. Por lo tanto, la transición deberá producirse en contextos “adversos”. No habrá escenario ideal.
La tentación para demorar la adopción de medidas y postergar la conflictividad será muy grande, y es lo que está sucediendo. Sólo si existe la suficiente valentía para comunicar la dimensión del desafío, si somos capaces de movilizar a los gobiernos a hacer lo que hay que hacer desde ahora, sin más demoras, habrá chances de evitar las peores consecuencias del Cambio climático. Debemos hacer que el costo político de tomar decisiones hoy sea menor que el costo a pagar mañana por no actuar. Mientras esa ecuación siga resultando más favorable para la inacción, seguiremos en la parálisis actual.
(*) Ex diputado nacional. Consultor en clima y energías renovables. Asesor en Políticas Públicas y Gobierno del Círculo de Políticas Ambientales-
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