De la “billetera” a políticas de Estado

Anoche asistí a un programa de TV donde se repasaron diversos temas y muy rápidamente. El programa comenzó con un editorial-pregunta acerca de si “Macri abre ahora la billetera” cediendo a las presiones que lo acosan y poniendo en riesgo las metas fiscales. Tal pregunta me parece apropiada si queremos entender qué está pasando y si realmente el Gobierno nacional cede interesadamente ante las presiones de distintos sectores. El tema pasó rápidamente y se comenzó a debatir las chapucerías y escaramuzas judiciales de ex funcionarios de Provincia de Buenos Aires. La verdad que lo sustantivo en lo político es lo primero y me parece interesante hacer referencia a eso.

En primer lugar, “abrir la billetera” es una provocadora imagen, pero errónea porque, implícitamente, daría la idea de un reparto discrecional y gracioso de los dineros públicos, cosa que dista bastante de la realidad.

Es cierto que el Gobierno no está pudiendo bajar el déficit fiscal como originalmente lo hubiera deseado. Bajar el déficit fiscal (gastar menos de lo que ingresa al Estado) es condición necesaria para bajar los niveles de emisión de dinero y apuntalar la reducción de la inflación. Dicho esto de un modo un poco reduccionista. Pero está claro que achicar el déficit es una meta imprescindible.

Los descomunales desajustes, irregularidades y deudas que dejaron en el Estado estos doce años de gobierno K convierten en una tarea titánica y muy trabajosa la meta fiscal deseada. Pero lo importante es que se está produciendo un reacomodamiento o reasignación del gasto que tiene una lógica que, precisamente, no es una “billetera” antojadiza o irracional. En todos los casos más significativos han sido reasignaciones de subsidios indiscriminados hacia subsidios focalizados en quienes lo necesitan. Más allá de los errores en la actualización de las tarifas, hay allí una reubicación de subsidios. Lo mismo con los subsidios a la PYMES, autopartistas, devolución del IVA, etc.

También mucho del gasto son reparaciones históricas como la de los juicios de los jubilados que implica acabar con una estafa miserable. El pago ahora de los 30.000 millones a las obras sociales de los sindicatos es una deuda que vienen reclamando desde hace años. El pago de la deuda a las provincias que ganaron juicios por deudas de coparticipación y la propia negociación de la coparticipación federal de manera abierta y entre todos los gobernadores, como la reunión que hoy sucede en la Casa Rosada, son otro ejemplo de otro modo de decidir el gasto.

Las propias retenciones, que suelen generar tanta crítica, han significado oxígeno vital en esta primera mitad del año para las economías regionales y ese beneficio ha llegado a provincias de diferentes signos políticos.

En síntesis, todo esto tiene poco que ver con la “billetera” de un mandamás y sí mucho de un Estado que ahora se hace cargo de sus deudas y que comienza a darle a las provincias lo que les corresponde. Todo en un contexto muy adverso en lo económico, lo que hace  doblemente meritorio este esfuerzo.

Aspiro a que estos sean los primeros pasos hacia un país en donde el gasto público dependa más de las políticas de Estado que de la “billetera presidencial”.

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