Otra vez estará en la mesa de negociación y en los borradores, tal vez más que nunca, la discusión acerca de cómo abordar la política fósil para los próximos años. Esto que fue un debate semántico crucial en el tramo final de la COP26 en Glasgow, también lo será en esta COP28, en Dubai.
La expresión “phase down” hace referencia a una disminución gradual del consumo de combustibles fósiles, nos indica una tendencia lógica pero que carece de claridad en cuanto a su magnitud y a la velocidad con que debe darse dicha reducción. Es el wording que han impulsado básicamente los países productores de petróleo y gas. Dentro de este grupo, hay acuerdo en aceptar un “phase out of unbated coal power”, es decir, el abandono de las plantas de carbón que no tengan una compensación de sus emisiones. De hecho, ésta es la fórmula de la COP26. Bajo estas premisas los mercados globales del petróleo y el gas quedan a salvo de restricciones severas a corto plazo y así se postergan decisiones. En este grupo es muy probable que veamos pronto a la Argentina, tal vez ya lo haga explícitamente en la COP28, en semanas.
El “Phase Out” significa hablar del abandono de los combustibles fósiles. Esta expresión indica claramente la magnitud, el 100%, y sólo resta señalar la velocidad de ese propósito. Esta expresión es la única que permite pensar en el cumplimiento de los objetivos climáticos del Acuerdo de París. La industria, los países productores y los grandes consumidores encuentran un atenuante que es completar dicha expresión del siguiente modo: “phase out of unbated fossil fuel”. Aun así, esta expresión es la que se acerca más al verdadero compromiso que debemos asumir colectivamente. La UE en su conjunto va a la COP28 a lograr un acuerdo global con este objetivo. Será una de las batallas en Dubai.
El unbated hace referencia a una serie de opciones que permitan, al menos en teoría, compensar las emisiones con capturas de carbono. Esto tiene terribles problemas de fiabilidad y viabilidad económica. La fiabilidad viene dada por la eficiencia en la captura, cuantificación y la permanencia de esa captura o su almacenamiento en el largo plazo. Nadie tiene respuestas convincentes para que esto sea viable en el largo plazo. Pero supone una cierta “sobrevida” para el sector fósil.
Recientemente una importante coalición de empresas, la We Mean Business Coalition, presentó un documento en apoyo a quienes van a Dubai a buscar con contundencia un acuerdo para el abandono de los fósiles y recortar a la mitad las emisiones para 2030. Dicen: “We call on all Parties attending COP28 in Dubai to seek outcomes that will lay the groundwork to transform the global energy system towards a full phase-out of unabated fossil fuels and halve emissions this decade”.
Quiero recordar el siguiente gráfico que pertenece a la última serie de informes del IPCC y muestra la evolución de las emisiones de CO2, las que provienen fundamentalmente de la quema de combustibles fósiles. La trayectoria en verde representa el objetivo de 2°C, la azul el objetivo de 1,5°C. En ambos casos hay una fuerte componente de emisiones “negativas” (capturas netas) que deben realizarse en la segunda mitad de este siglo. Cuanto más prolonguemos la vida de los combustibles fósiles, mayores deberán ser los volúmenes de CO2 a ser capturados, una apuesta temeraria desde lo tecnológico y la económico.

En esa “sobrevida” de los fósiles, sin duda el gas será quien tiene mayor recorrido, pero siempre será un recorrido breve. Ahora, ¿qué tan breve? La respuesta depende de varios factores, el principal es si las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS) logran ser viables como dijimos anteriormente.
Las presunciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) nos señalan un declive en el optimismo de las tecnologías de CCUS. En la nueva versión del escenario Net Zero, una actualización del original de 2021, muestra una reducción del rol que se le asigna a la captura de CO2. Manifiesta a una tendencia cada vez más conservadora en ese sentido.
Por lo tanto, la caída del consumo de gas debe ir rápidamente a la baja en las próximas tres décadas, por ejemplo, indica que debe declinar un 20% para el 2030 respecto a la actual. Para Argentina, esto es una pésima noticia dadas las generalizadas expectativas en poner en valor económico a Vaca Muerta para ser un gran exportador de LNG. ¿Es eso posible en un contexto de demanda de gas decreciente? Es bastante complejo porque, además, los países exportadores tradicionales de gas seguirán ofreciendo también su producto. Por lo tanto, es acotada la ventana temporal, debe ser decreciente la demanda global y los competidores en la oferta de gas seguirán estando presentes.
El consenso político existente entre los partidos mayoritarios de que el gas de vaca Muerta es una salida indiscutible para la economía argentina hará que no sea nada sencilla la ubicación de Argentina en las negociaciones climáticas en los próximos dos años. Todas las declaraciones que venimos escuchando hasta ahora anticipan que jugaremos junto a los países de Medio Oriente apostando a una sobrevida del gas y escondernos un rato más detrás del dilatorio phase down.
En lo personal creo que esa apuesta gasífera es una pelea perdida; la crisis climática hará que la industria fósil colapse estrepitosamente si demoramos la acción. Eso ocurrirá si perdemos los próximos años jugando a engañarnos a nosotros mismos con hipótesis falsas y demorando acuerdos y la acción climática. Recomiendo esta otra entrada para ampliar conceptos.
Veremos un primer síntoma de cómo decide jugar la Argentina ahora en la COP28, donde además deberá hacer su primera intervención en las arenas calientes de Dubai el flamante gobierno que asuma el 10 de diciembre. Nada es simple ni sencillo en las negociaciones climáticas. ¿Qué opinan?
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