COP26 Apuntes #13: El rompecabezas de la política climática argentina

Un rompecabezas que se ha caído al suelo y sus piezas están ahora dispersas y desordenadas por el suelo, esa es la imagen que tengo del estado de situación de la política climática de la Argentina; sus piezas están dispersas y no hay un todo coherente. Así se llegó a la COP26. La política climática, de la que el Gobierno se ha jactado por constituir una política de Estado y de máxima prioridad, está estallada y ahora hay que construir una nueva.

Debido a los conflictos internos que quedaron expuestos la semana previa a la COP, el Gobierno no pudo presentar en Glasgow un plan de largo plazo para alcanzar la neutralidad de emisiones en el 2050, tal como se había comprometido a hacer. Pero no solo está en duda ese plan a 2050, la propia contribución nacional (NDC) queda ahora en duda cuando se observa el documento titulado “Lineamientos para un Plan de Transición Energética al 2030” lanzado por la Secretaría de Energía de la Nación.

En este documento, la NDC sólo es mencionada a título informativo y en nada condiciona la construcción de los escenarios analizados en el plan energético. Por el contrario, se establece una lógica por la cual, a partir de ciertas premisas y supuestos de evolución de precios y demandas, surgirían luego las NDC, como si ese ejercicio no se hubiese ya hecho. El siguiente gráfico muestra esa extraña lógica que parece ser la utilizada por la Secretaría de Energía:

Según los dos escenarios desarrollados en ese documento, las emisiones del sector energético serían las siguientes:

Como puede verse en el gráfico, las emisiones aumentan levemente durante la década. El sector eléctrico es donde se produciría una reducción de las emisiones, pero el crecimiento de la demanda en los otros sectores hace que no haya una reducción global. Más aún, cuando se observan las curvas de la demanda de combustibles fósiles puede verse que continúan creciendo hacia 2030. Esto indica que son escenarios que no reducen la demanda de fósiles pasado el 2030, con lo cual se ignora completamente el descenso pronunciado que debería ocurrir post 2030 si se aspira a la neutralidad a 2050.

La NDC actual supone una leve reducción global de las emisiones respecto de 2016. Ahora, puesto que el sector energético no será el que reduce emisiones, debería establecerse de dónde saldrán las reducciones necesarias. La ausencia de estas respuestas muestra que son piezas desarticuladas, no ya para construir el escenario de largo plazo, sino la propia estrategia para cumplir la NDC a 2030.  

Para sumar un elemento que agrava este cuadro, la Argentina tendrá que mejorar su NDC antes de 2025, hacerla más restrictiva y, probablemente, con metas 2030 y 2035. Esto es así ya que habrá una revisión generalizada de las NDC en los próximos años y la propuesta argentina está calificada como insuficiente para generar una contribución adecuada. El país deberá mejorar su ambición y, por lo tanto, no resulta prudente planificar con demandas crecientes de fósiles durante toda esta década. Eso ya no es posible, es fantasía.

Si tomamos en cuenta los volantazos repentinos, tal como el anuncio de la mega inversión en materia de hidrógeno, cuando la dinámica venía siendo otra y se contrapone a la conservadora política en materia de renovables de Energía, vemos que no hay dirección ni convicciones. En fin, el rompecabezas está completamente desarmado y hay que arrancar de nuevo.

Compartir

Todavía no hay comentarios.

Dejar un comentario

Tu dirección de email no será publicada.