COP26 Apuntes #01: ¿Tenemos “acción climática”?

El Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié, acaba de publicar una nota en ocasión de inciarse en pocos días más la COP26 en Glasgow, incluyendo algunos puntos que deseo comentar.

En primer lugar, Cabandié sostiene que para nuestro país “la acción climática es una política de Estado”, y puedo coincidir en esa afirmación en cierto sentido aunque no totalmente.  La Argentina ha sido signataria de todos los acuerdos climáticos internacionales y en todos los casos, la aprobación de los mismos a través del Congreso Nacional se ha dado con amplio respaldo de las diferentes fuerzas políticas. Creo que esa adhesión plena a las negociaciones climáticas internacionales y su continuidad en el tiempo son un valor destacable y podemos calificarlo entonces, como política de estado. Esto no quita que la actuación política argentina en el marco de esos acuerdos ha sido zigzagueante y por momentos caótica. Pasamos de un alineamiento con los Estados Unidos en los 90 a un período indefinido durante el gobierno de la Alianza. Posteriormente, pasamos a un enfoque “tercermundista”, un tanto rancio, postulado por Néstor Kirchner para desembarcar luego en una alianza bolivariana refractaria al avance de las negociaciones. Posteriormente hubo un retorno al alineamiento con el mundo occidental durante el gobierno de Cambiemos para volver hoy al discurso del 2004, aunque en aquel entonces abrazados a Chávez, y ahora lo hacemos abrazados a Biden.

No podemos decir que hayamos tenido una dirección consistente y, mucho menos, alianzas permanentes en el marco de la política climática. Así que apenas ahondamos un poquito nada más, esa expresión del ministro es más un deseo que una realidad. Si nos enfocamos en la “acción climática” concretamente, como señala Juan Cabandié en su nota, nos tenemos que referir a la acción doméstica y la verdad es que aquí no existe ninguna señal o parámetro que permita justificar algo así como una política de estado. Más bien lo contrario, una sobreabundancia discursiva con una pobrísima performance en el rubro que querramos observar.

En el sector de la energía tuvimos algunos avances, pero discontinuos y mayormente motorizados por las tendencias del mercado. Tuvimos una inserción notable del gas natural en la década de los 90 que descarbonizó la matriz considerablemente y que fue producto del boom de Loma de la Lata y una actualización tecnológica y regulatoria del sector. Eso ocurrió casi con total independencia de la “acción climática”. Luego tuvimos la aparición de los biocombustibles de la mano de una potente demanda internacional y que los llevó a ocupar un sitio relevante dentro del sector energético local. Esto ocurrió a partir de 2007 con la sanción de la Ley de Biocombustibles. Tuvimos que esperar hasta el 2016 para que se lanzara un programa firme de desarrollo de las renovables que duró hasta 2019. Hoy todo eso está en suspenso, sin definiciones y practicamente paralizada toda expansión.

En relación a bosques y uso del suelo, estuvimos en emergencia forestal allá por 2006 por las elevadas tasas de deforestación, la Ley de Bosques atenuó esa situación pero nunca la detuvo y hoy ya constituye una verdadera locura continuar con los desmontes. Es decir, nuestra “acción climática” ha sido más bien pobre, más cuando uno la compara con los avances alcanzados en países vecinos. Así que no me parece adecuado hablar de política de estado ni por el rol jugado por Argentina como Estado negociador a nivel internacional ni tampoco por las políticas dom´ésticas implementadas desde 1992 hasta ahora.

Quda claro que el ministro Cabandié llama “acción climática como política de Estado” al retorno a los ejes planteados por Néstor Kirchner en el 2004, tal como lo señala el propio ministro en el primer párrafo de la nota publicada en Infobae. En mi opinión, el planteo de colocar al país en el papel de víctima internacional no le ha sido de ninguna utilidad a la Argentina, más allá de una retórica a la que nadie se animaría a contradecir por razones de buenos modales y por considerarse que a un país “emergente” se le concede, elegantemente, el derecho al pataleo. Volveré sobre esto último.

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