Energías Estratégicas, 7 de mayo 2020
Juan Carlos Villalonga, ex Diputado Nacional por Cambiemos, referente de M&V Consultora Energía y Clima, elaboró una columna de opinión en la que analiza las consecuencias de la carga fiscal contra la energía eólica en Chubut, Argentina.
Por Juan Carlos Villalonga
villalongacorreo@gmail.com
El desarrollo de la energía eólica tiene en Chubut algunos hitos muy importantes y, sobre todo, un potencial extraordinario. Sin embargo, ese potencial se ha visto pobremente aprovechado por las inestabilidades que dominan, de manera generalizada, a la política en nuestro país.
Uno de los hitos que colocaron a Chubut en el mapa global del desarrollo eólico fueron las primeras máquinas instaladas en Comodoro Rivadavia en 1994. Esa pequeña instalación colocó a la Argentina, y a Chubut en particular, en el mundo de la energía eólica.
Los vientos de la Patagonia hacían que esas máquinas tuvieran un rendimiento imposible de pensar en Europa, de donde provenían las turbinas. Todos los años esos equipos figuraban entre los más productivos del planeta en su tipo.
Ese incipiente desarrollo, en sintonía con el impulso que adquiría entonces la industria eólica en el mundo, tuvo su continuidad en diferentes sitios en el país. Pero las dificultades aparecieron pronto, las dificultades económicas y las discontinuidades políticas tornaron imposible cualquier desarrollo de escala e industrial.
En los últimos años tuvimos un desarrollo destacable producto de haber logrado un marco de confianza suficiente para que las inversiones puede hacerse. Pero, otra vez, la tendencia lograda ha quedado suspendida.
Pero las buenas o malas condiciones para el desarrollo eólico no dependen únicamente de lo que ocurre en el plano nacional. También Chubut puede contribuir, ya sea sumando o restando.
En estos días, la provincia mostró, una vez más, un comportamiento que en nada contribuye a afianzar esta fuente energética y en poner en valor su recurso natural inagotable.
La decisión de Puerto Madryn de comenzar a cobrar una “tasa de servicio” hasta ahora inexistente a los parques eólicos en la zona, constituye un caso más de una larga historia en esa materia.
Las reiteradas expresiones y proyectos para que Chubut fije un “impuesto al viento” o cosas por el estilo son iniciativas desalentadoras para la actividad y debilitan el desarrollo de esta industria en la provincia. Este debate se viene repitiendo desde hace casi 20 años.
Allá por el año 2001 apareció por primera vez esta idea de querer cobrar un impuesto al viento, un impuesto al aprovechamiento para fines energéticos de la energía eólica. De ahí, cada dos o tres años se reitera alguna idea parecida. Pareciera que Chubut no logra tener con la energía eólica un vínculo estable y consensuado.
Eso es algo que ahuyenta inversiones, particularmente, cuando de nuevas actividades se trata.
Cargar con nuevos impuestos a las energías renovables constituye un error grave. Hay cuatro puntos que analizar. El primero, legal. Chubut votó una Ley Nacional (promovida por un chubutense, Marcelo Guinle) que establece un marco jurídico de promoción de esas fuentes energéticas.
Esa norma establece qué tributos y obligaciones tendrán las renovables y qué tipos de garantías y alivios. Esa norma garantiza estabilidad y previsibilidad a una actividad que requiere del largo plazo para tornarse viable.
Vale recordar que ya existía previamente otra ley nacional promovida por otro chubutense, Jose M. Corchuelo Blasco, que también brindaba estabilidad a las inversiones en energía eólica. Anunciar que Chubut irá en contra de ese marco nacional es ilegal. Pretender eludirlo, es tramposo. En ambos casos, letal para la actividad.
El segundo aspecto, es si tiene lógica recaudatoria algo así. Bueno, para aquellos que ya están instalados, seguramente no tendrán más opción que pagar. Pero atraer inversiones, difícilmente. El delicado equilibrio logrado en los últimos años para que tengamos las inversiones que hemos tenido, tiene que ver con ese marco regulatorio.
Cambiarlo o flexibilizarlo, nos conduce a repetir lo que nos viene sucediendo hace más de tres décadas, un enorme potencial desaprovechado. Chubut ya debería tener desplegado en su territorio más de 3.000 MW de potencia, sólo tiene 670 MW y producto, básicamente, del impulso reciente.
En los últimos tres años se impusieron condiciones en el país para que aparezcan inversiones en energías renovables, y de hecho han aparecido. Este tipo de ruidos son letales para eso. Nadie hace una inversión si en el camino pueden aparecer este tipo de locuras. Lo mismo ocurrió hace un par de años atrás en La Rioja con el sol.
Desde el punto de vista de la estrategia energética, es decir, si vamos a favorecer a las inversiones en energías renovables o no. Este punto es clave. El mundo está en plena transición a un modelo energético basado en renovables y ese proceso deberá acelerase dramáticamente en esta década.
Urgidos por el cambio climático y los acuerdos internacionales que procuran minimizar sus impactos, deberemos acelerar y facilitar el ingreso de estas tecnologías en el mercado energético.
Hoy el desafío monumental es desmantelar progresivamente el entramado de subsidios que sostiene a la industria de los fósiles y se empareja la cancha para que las renovables puedan competir de manera equilibrada. Es decir, las renovables necesitan que les eliminemos barreras, no que se les coloquen más impuestos.
El cuarto punto es conceptual. No hay ninguna lógica por la cual “cobrar” por aprovechar el viento o el sol. Tenemos que defender la naturaleza de las fuentes renovables: son recursos inagotables, gratuitos y de acceso libre. Estos conceptos configuran en buena medida la revolución de los renovables.
Su aprovechamiento ya no depende de recursos apropiables, algo radicalmente diferente al paradigma de los recursos energéticos fósiles. Hoy el recurso estratégico es el conocimiento y las tecnologías. El acceso a la energía es mucho más democrático y menos conflictivo.
Querer imponerle a las renovables la lógica del paradigma fósil es un disparate. Un ejemplo elocuente de este nuevo paradigma es la generación renovable distribuida, en la que cualquier usuario puede ser generador de energía.
Debemos dejar atrás nuestro pésimo historial en materia de incumplimientos de leyes y contratos por parte del Estado. Nadie hace inversiones para terminar recurriendo a la justicia. Recientemente Argentina ha logrado recibir inversiones genuinas en renovables, hay que evitar derrumbar esa frágil credibilidad alcanzada en base a su marco normativo, modificando sus reglas.
Hoy las renovables generan energía a valores competitivos, nos permiten tener energía a mejores costos sin depender de combustibles importados o de valores fluctuantes.
La transición energética global que se nos viene encima implicará para Chubut tener que diseñar una transición económica que será un desafío sin precedentes. Eso requerirá de un esfuerzo gigantesco para su sector productivo y una tarea mayúscula para su dirigencia política y social.
Esa transición económica deberá contener múltiples alternativas que reemplacen una menguante actividad en la industria de los fósiles. Un desafío esencial para esa nueva economía es, por ejemplo, cómo la energía eólica y el hidrógeno se convierten en aliados de Chubut, no en actividades que se miran con recelo.
Juan Carlos Villalonga
Ex Diputado Nacional Cambiemos
M&V Consultora Energía y Clima
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