Quiero escribir en esta nota una suerte de continuidad del artículo “Algo de economía desde una perspectiva ‘verde’“, ya que recibí un comentario muy válido de ese artículo, que me invita a hacer un par de reflexiones y a pensar críticamente . Me resultó necesario hacerlo ya que esa respuesta recibida es un convite a pensar críticamente.
La primera parte de aquel mensaje decía: “Comparto la visión general. Sin embargo, debo decir que me parece que hay una mayoría oficialista amasando un nuevo relato.” Al respecto debo decir que es cierto que existe el riesgo de tener una mirada demasiado benevolente para con el actual gobierno por parte de aquellos que integramos el “oficialismo”, tanto de quienes tenemos funciones en la estructura como de quienes mayoritariamente lo han apoyado en las urnas. Claro que el riesgo de terminar justificando todo en base a un relato cómodo y funcional existe siempre y es por eso que me permito compartir aquí un par de cosas que creo importantes.
Mi acercamiento al PRO en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires primero, y al proyecto más amplio de Cambiemos luego, no estuvo en su origen basada en algún tipo de vínculo de pertenencia o afinidad con quienes pusieron en marcha esa gestión. Debo decir que tomé una distancia importante en sus inicios, que fue puesta de manifiesto públicamente durante una porción importante de la primera etapa del gobierno de Mauricio Macri en la Ciudad. Mi interés y progresivo acercamiento comienza a producirse a partir del momento en el que aparecen matices y cambios en la gestión local, y ciertos rasgos muy positivos del proyecto del PRO que comienzan a acentuarse y a tomar mayor nitidez, básicamente con el arranque del segundo mandato.
Mi adhesión al proceso político iniciado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tuvo y tiene que ver con algunos de sus rasgos que me resultan distintivos y muy valiosos, entre ellos: a) un enfoque claro y decidido en lograr eficacia en la gestión, algo no menor en una Argentina paralizada en políticas mediocres y de profundo desprecio por los servicios que el Estado debe ofrecer a la sociedad; b) una visión actualizada y renovada del Estado, del espacio público, de las demandas de la sociedad, a su vez conectada con la realidad global; c) un perfil ideológico no definido por las clásicas tradiciones políticas y que no encaja en las caracterizaciones facilistas. Esta aparente “inmadurez” tiene un potencial muy interesante en cuanto a capacidad de innovación, imprescindible pragmatismo y heterodoxia en la inserción en el mundo del siglo XXI.
Son esos tres elementos, entre otros, los que me hicieron poner atención en esta nueva expresión política, brindarle mi adhesión, mi colaboración decidida y compromiso. Con esto que describo procuro destacar que mi vínculo es bastante racional y tiene muy poco de “emotividad” y demás pasiones que a veces abundan en la política y nublan el espíritu crítico.
La conformación de Cambiemos fue, a mi entender, la corroboración de aquel potencial que había vislumbrado años antes en el PRO: un proyecto de revalorización de las instituciones democráticas, un republicanismo imprescindible para salir del callejón populista del kirchnerismo, y la promesa de poner al país en un sendero de desarrollo más sólido y creíble, algo también imprescindible y ya impostergable. Caminar hacia la sostenibilidad sería mucho más probable bajo las anteriores premisas, sin ellas, imposible.
Lo que trato de expresar con lo dicho anteriormente es que mi “oficialismo” es muy consciente, y eso significa que lo revalido todos los días, no es incondicional, no se basa en adherir a ninguna “camiseta” ni a ninguna otra cosa parecida. Trato, en general, de tener una mirada y una práctica poco pasional con la política, con sus actores y sus instrumentos. Me parece que es el modo apropiado de hacer política, ni con pasiones ideologizadas ni sectarismos cuasi futbolísticos. La pasión la pongo en mis ideales y convicciones, que fueron y son soberanos desde mi temprana adolescencia. Espero no sucumbir en ningún “relato” cómodo. Tomo el reto que lleva implícito el comentario, que no es trivial.
Lo segundo, y más allá de la convicción personal, creo que la conformación de Cambiemos es de un gran virtuosismo. En esta conformación están los reaseguros contra el adormecimiento del relato. La diversidad de tradiciones políticas, la inexperiencia (en disciplina) partidaria de muchos, su conformación como proyecto político emergente post-2001, me hacen suponer que la mieles de un “relato” no serán fáciles de digerir por este espacio político. Pero acepto, el riesgo existe.
Vale decir que no vislumbro una oposición inteligente, no por carencia intelectual sino por estar obturada en un exceso de dogmatismos, y parte de este grupo está severamente comprometido con uno de los procesos políticos más corruptos y fraudulentos de los que hemos tenido en la historia.
El actual arco opositor, que esperemos vaya mutando en un espacio más lúcido, con ataques arteros, ciertos debates cargados de hipocresía y la persistencia de espectros temibles, colabora en que una buena porción del electorado apoye de manera incondicional a Cambiemos. Los riesgos a veces son enormes y obliga a extremar un oficialismo defensivo, recordemos el año que pasó y los sucesos de finales de 2017. A veces hay que estar demasiado alertas ante las mañas de una práctica política residual, lo que hace que uno deba atenuar la severidad ante los errores propios.
Luego continúo con algunas otras reflexiones en base al comentario ya citado. Seguiré.
Cali
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